Un perfil de las personas mayores en España, 2022. Indicadores estadísticos básicos

Sep 28, 2022

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Un perfil de las personas mayores en España 2022 continúa la serie de informes realizados por Envejecimiento en Red con el objetivo de proporcionar una visión conjunta de las condiciones de vida de la población de 65 y más años.

Se utilizan datos de fuentes nacionales e internacionales para construir indicadores sobre la evolución demográfica, la salud y las características económicas y sociales de esta población. Se trata de fuentes generadas por organismos de confianza. Los indicadores construidos se presentan de manera divulgativa y con los menores tecnicismos posibles, sin jerarquizarlos prejuzgando su relevancia, y se han seleccionado entre los que pueden ser calculados periódicamente, con continuidad, y son representativos del conjunto de la población mayor.

¿Cuántas personas mayores residen en España? ¿Seguirá el proceso de envejecimiento en el futuro? ¿Cuántos años pueden esperar vivir y cuántos en buena salud? ¿Qué enfermedades padecen? ¿Cuáles son las principales causas de muerte? ¿Tienen suficientes recursos económicos? ¿Cuántas están por debajo del umbral de la pobreza? El Informe trata de ilustrar de forma gráfica algunas respuestas a estas y otras cuestiones.

Indicadores demográficos

La pirámide de población de España sigue su evolución con un aumento de la edad promedio y un aumento de la proporción de personas mayores. Según los datos estadísticos del Padrón Continuo (INE) a 1 de enero de 2021 hay 9.310.828 personas mayores, un 19,65% sobre el total de la población, 47.385.107 (datos definitivos publicados el 17-01-2022); siguen aumentando, pues, tanto en número como en proporción [Figura 1.1]. La edad media de la población se sitúa en 43,81 años cuando en 1970 era de 32,7.

Sigue creciendo en mayor medida la proporción de octogenarios: ya representan el 6% de toda la población, y seguirán ganando peso en un proceso de sobreenvejecimiento de la población mayor. Los centenarios empiezan a hacerse notar: existen 18.020 empadronados.

Según la proyección del INE (2022-2035), en 2035 podría haber más de 12,8 millones de personas mayores, 26,5% del total de una población que alcanzaría unos 48.284.478 habitantes.  Durante los próximos años y especialmente a partir de 2030, se registrarían los mayores incrementos, con la llegada a la vejez de las voluminosas cohortes nacidas durante el baby boom.

La población total experimentó muy brevemente un ligero descenso tras el máximo registrado en el Padrón de 1-1-2012 (46,8 millones de habitantes), a causa de la salida de parte de los inmigrados de los años previos. Ese descenso se detuvo en 2015 y, en los años posteriores, se observa de nuevo un ligero aumento poblacional hasta 2021 donde nuevamente desciende en comparación al año anterior. De acuerdo a las citadas proyecciones, en 2035 habría 954.497 habitantes más que ahora (Padrón a 1-1-2021).

 

 

Estructura de la población por sexo y edad. La pirámide de población española [Figura 1.2] todavía acusa el déficit de nacimientos durante la Guerra civil (1936-1939), actualmente visible en torno a los 80 años. Las edades anteriores revelan un fuerte crecimiento demográfico.

Entre 1958 y 1977 se produjo el baby boom español. En esos veinte años nacieron casi 14 millones de niños (más de 650.000 cada año), sumando 4,5 millones más que en los 20 años siguientes y 2,5 más que en los 20 años anteriores. Estos grupos centrales de la pirámide recogen ahora también el grueso de la población inmigrante de las últimas décadas.

El conjunto urbano es muy parecido al conjunto nacional porque supone una amplia mayoría de la población española. La comparación de la estructura por edad y sexo entre el mundo rural y el conjunto nacional, refleja el mayor envejecimiento del primero con unas proporciones muy bajas de niños [Figura 1.2]. El baby boom del ámbito rural queda mejor reflejado en su pirámide poblacional (bajo la opción de ‘Porcentajes’) aunque, los nacidos en los años 60 y 70 del siglo pasado, ven ya reducidos efectivos por emigración.

 

 

La estructura por sexo y edad ha cambiado desde principios del siglo XX y seguirá haciéndolo en el futuro [Figura 1.3]. La forma de pirámide se mantuvo hasta los años 70 del siglo pasado, donde empezó la transición a la actual pirámide en forma de colmena. Si se mantienen los supuestos de fecundidad, mortalidad y migración de las proyecciones, la pirámide seguirá cambiando hacia una forma de pilar de población.

Las generaciones del baby boom iniciarán su llegada a la jubilación en torno al año 2024. La presión sobre los sistemas de protección social continuará aumentando y empezará a ser muy notable para el año 2035, para luego disminuir rápidamente.

 

 

Feminización de la vejez. Las mujeres son mayoritarias en la vejez, superando en un 30,9% a los hombres (5.277.783 y 4.033.045 respectivamente) en 2021. Esta principalidad es aún más acentuada cuanto mayor es la edad [Figura 1.4].

Sin embargo, nacen más hombres que mujeres, y su ventaja numérica se mantiene hasta que la mayor mortalidad diferencial masculina en todas las edades anula esa ventaja inicial décadas después. Aunque se puede observar que las mujeres superan a los hombres en las edades entre 34 y 36 años, la inmigración superior de hombres en las siguientes edades oculta este efecto gradual, de manera que en la actualidad se alcanza el equilibrio entre sexos hacia los 50 años.

Esta edad no es fija y aumenta gradualmente al reducirse la mortalidad por edades. En las primeras décadas del siglo XX, la edad en la que las mujeres excedían en número a los hombres en cada cohorte de nacimiento rondaba a los 14 años.

 

 

Envejecimiento rural y urbano. En 2021 las personas mayores se concentran en los municipios urbanos; en los dos municipios más grandes de España (Madrid y Barcelona) viven aproximadamente un millón de personas mayores (1.011.955), muchas más que en los 5.877 municipios rurales. Sin embargo, la proporción de personas mayores respecto del total es muy superior en el mundo rural [Tabla 1.1].

En 2021, 2.690.463 personas residen en los municipios rurales (de 2.000 o menos habitantes), de las que el 28,3% son personas mayores (761.021). El mundo rural sigue despoblándose, e incluso el número de personas mayores también disminuye de un año para otro, y la extinción de las generaciones con más edad acelerará ese proceso de despoblación en las próximas décadas.

 

 

En la comparativa de las pirámides de población por tamaño de municipio [Figura 1.5] se aprecia una mayor proporción de personas mayores en el mundo rural (municipios con menos de 2.000 habitantes). Además, en los pequeños municipios (de hasta 5.000 habitantes), las generaciones más pobladas se caracterizan por tener una mayor presencia masculina, contra la lógica de su mayor mortalidad, y contra lo que ocurre en el conjunto de la población. El motivo es, claro está, la emigración diferencial de las mujeres a las ciudades, sobre todo durante la juventud y, en algunas zonas, una mayor inmigración masculina asociada a los trabajos del sector agropecuario[1].

Por eso en los municipios más grandes (más de 500.000 habitantes) cambia la razón de sexo frente al mundo rural y la proporción relativa de mujeres es mayor. En tales municipios se da un menor peso relativo en edades infantiles, pero la pirámide se ensancha en las edades entre los 20 y los 40 años.

La migración es el factor principal que determina las diferencias entre los municipios de distinto tamaño. Esta se rige en gran medida por el mercado laboral y educativo (que condiciona la gama de oportunidades disponibles y la distribución por sexo de las responsabilidades laborales y domésticas); la población inmigrada se concentra en los grupos centrales de la pirámide, particularmente en las edades reproductivas. Es la inmigración la que hace que estas edades se vean más representadas en los grandes municipios, mientras que en zonas rurales ocurre lo contrario.

 

 

Envejecimiento territorial. Asturias, Galicia, Castilla y León, País Vasco, Cantabria, Aragón, La Rioja y Extremadura son las comunidades autónomas con mayor edad media en España. Todas ellas superan el 20% de personas mayores. Baleares y Murcia son las comunidades con proporciones más bajas, con un 16% [Figura 1.6].

Respecto al volumen, y en relación con el volumen total de población, Cataluña, Andalucía, y Madrid son las comunidades con más población mayor, más del millón de personas mayores cada una.

 

 

El mapa municipal muestra un interior muy envejecido. El más extremo se produce en pequeños municipios de las comunidades antes citadas, mientras sus zonas menos envejecidas corresponden a algunas cabeceras municipales o capitales de provincia [Figura 1.7].

Estas diferencias entre municipios, están nuevamente motivadas por la movilidad territorial de las personas, especialmente en la etapa juvenil de las distintas generaciones, más que por la dinámica vegetativa que conforman la natalidad y la mortalidad.

 

 

Los países de la Unión Europea con mayor número de personas mayores, en 2020, son Alemania (18,1 millones), Italia (13,9), Francia (13,7), y España (9,3). En cifras relativas [Figura 1.8] el orden cambia: Italia (23,2%), Grecia y Finlandia (22,3%), Portugal (22,1%), y Alemania (21,8%), son los países más envejecidos, y aumentan su proporción año tras año. España (19,6%) se encuentra ligeramente por debajo de la media de la UE-27 que alcanza el 20,6%[2].

 

 

Entre los extranjeros con 65 y más años residentes en nuestro país destacan, fundamentalmente, los procedentes de la Unión Europea (Alemania: 28.934; Italia: 21.880; Francia: 18.695; Rumanía: 15.734) y de otros países europeos, especialmente Reino Unido, nacionalidad predominante con 101.156 personas. En total suponen el 70% de la población extranjera mayor en España [Figura 1.9].

De los continentes africano y americano destacan Marruecos (24.178) y Venezuela y Colombia (14.992 y 10.582 respectivamente). China (5.648) es el país asiático con más mayores en nuestro país.

 

 

La comparación de la estructura de edades española y extranjera permite destacar el carácter tradicional adulto-juvenil de las migraciones: en la extranjera hay una concentración de población en edades laborales con escasa proporción de mayores. En buena parte, esta población se ha sumado a las generaciones del baby boom español ya previamente voluminosas [Figura 1.10].

 

 

[1] Más información en https://apuntesdedemografia.com/2022/04/27/las-mujeres-ya-no-pasean-por-el-campo-espanol/

[2] Más información en https://apuntesdedemografia.com/2013/09/06/proporcion-de-mayores-por-paises-en-la-ue/

 

Indicadores de salud (esperanza de vida y estado de salud)

La esperanza de vida es uno de los indicadores que mejor reflejan las condiciones sanitarias, sociales y económicas de un país. Según las últimas Tablas de mortalidad del INE [Figura 2.1], en 2020, las mujeres tienen en España una esperanza de vida al nacer de 85,06 años y los hombres de 79,59 años (82,33 para ambos sexos).

Aunque haya bajado 1,25 años con respecto al 2019, por la situación excepcional que ha significado la pandemia de la COVID-19, la esperanza de vida se ha incrementado de forma espectacular durante todo el siglo XX y la tendencia general es la continuación de ese proceso. La clave inicial del aumento ha sido el descenso de la mortalidad infantil, reflejo del progreso histórico en las condiciones sanitarias, sociales, económicas, y de la mejora en los estilos de vida, pero desde los años ochenta se ha producido igualmente una notable mejora de la supervivencia en la vejez.

 

 

Este incremento, con su leve caída en 2020, también se observa en la esperanza de vida a los 65 años [Figura 2.2], situándose en 18,35 años para hombres y 22,31 años para mujeres. En 2019, la esperanza de vida a los 65 años en España se encontraba, tanto en hombres como en mujeres, entre las más altas de la Unión Europea [Figura 2.3] y del mundo.

 

 

 

La esperanza de vida en buena salud pretende añadir una nueva dimensión a la cantidad de vida, midiendo también su calidad. Suele construirse a partir de datos generales sobre la morbilidad crónica y sobre la salud autopercibida.

Como ocurre en el conjunto de la población, entre las personas de 65 y más años las mujeres superan ampliamente a los hombres en esperanza de vida: 23,9 sobre 19,8 años (+4,1), según datos para 2019 de Eurostat, Healthy life years, basado en la Encuesta de Condiciones de Vida, que se realiza en todos los países de la Unión Europea. Sin embargo, su esperanza de vida saludable es menor: 12,3 frente a 12,4 años (-0,1) [Figura 2.4; Opción ‘Absolutos’].

Si se mide el porcentaje de tiempo que se vive en buena salud a partir de los 65 años, el contraste entre hombres y mujeres es más patente: para los varones el 62,7% del tiempo restante por vivir lo es en buenas condiciones, mientras que se reduce al 51,5% en el caso de las mujeres [Figura 2.4; Opción ‘Porcentajes’][3].

 

 

Morbilidad hospitalaria. Más de la mitad de todas las estancias en hospitales son de población mayor: en 2020 ya fueron el 58,2%, porcentaje que sigue aumentando; de un total de 37.114.355 estancias hospitalarias (fecha de alta menos la de ingreso, no computándose estancias iguales a cero días), 21.587.918 correspondieron a personas mayores.

Las personas mayores han causado el 46,7% de todas las altas hospitalarias en 2020, y con estancias más largas que el resto de la población. Las causas más frecuentes de asistencia hospitalaria de personas mayores son las enfermedades circulatorias (19,2%), respiratorias (16%), digestivas (11,3%) y neoplasias (11%). Le siguen en importancia las lesiones, las enfermedades genitourinarias y las infecciosas y parasitarias.

El alta hospitalaria se produce por curación, mejoría, fallecimiento, traslado o alta voluntaria.

Las tasas de morbilidad hospitalaria aumentan con la edad, que se asocia con peores estados de salud y cronicidad. También son más elevadas en hombres que en mujeres excepto en edades de 15-44 años, edades en que las tasas femeninas más elevadas están asociadas al embarazo y el parto [Figura 2.5].

 

 

Enfermedades crónicas. La frecuencia más desigual por sexo para las enfermedades crónicas o de larga duración se produce en la artrosis y la depresión, que están más presentes en las mujeres de edad intermedia (55-64) y en las mayores (65 y más); la bronquitis crónica y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) predominan en los hombres. Estos presentan más problemas de tensión alta que las mujeres hasta los 74 años, según datos de la Encuesta Europea de Salud de 2020 [Figura 2.6].

El 20,9% de las personas mayores tiene diabetes (23,7% en el caso de hombres y 18,7% en el de las mujeres). La diabetes se acentúa en la madurez y en la vejez, pero en general los hombres tienen prevalencias más altas que las mujeres en todas las edades. El riesgo de padecer la enfermedad aumenta con el sobrepeso, el sedentarismo, y una dieta inadecuada.

Se considera que tiene diabetes quien la declara como enfermedad crónica padecida en los últimos 12 meses y diagnosticada por un médico.

 

 

Obesidad. Según la Encuesta Europea de Salud de 2020, un 19,3% de personas con 65 o más años tiene obesidad en España, y otro 42,4% tiene sobrepeso [Figura 2.7]. Esto significa que tienen un índice de masa corporal por encima de 25.

Este índice se calcula dividiendo el peso en kilos por la estatura en metros al cuadrado: sobrepeso, 25-29,9; obesidad, 30 y más.

Los hombres tienen mayores proporciones de obesidad que las mujeres, pero esta diferencia se invierte en la vejez. El deterioro del índice según avanza la edad también puede responder a cambios en los hábitos alimentarios (mayor ingesta de grasas y azúcares), al descenso de la actividad física o al sedentarismo, todo ello motivado a veces por cambios en los estilos de vida.

Otras causas de la obesidad están relacionadas con la genética, antecedentes familiares, problemas de salud o incluso con ciertos rasgos emocionales y de personalidad.

 

 

De los datos de la Estadística de defunciones según la causa de muerte (INE) se desprende que el 87% de todos los fallecidos en España, en 2020, tenían 65 y más años, una proporción que aumenta respecto al año anterior. A principios del siglo XX no llegaba al 30%, dada la importancia de la mortalidad en la infancia. Las tasas de mortalidad masculina superan a las femeninas en todas las edades [Figura 2.8].

En general, se tiende al retraso de la mortalidad (se sigue ganando esperanza de vida, especialmente en edades avanzadas), acercándose al límite teórico de la vida y reduciéndose la heterogeneidad del pasado respecto a su duración.

 

 

En 2020, la principal causa de muerte entre los adultos mayores está relacionada con enfermedades del aparato circulatorio, que provocaron 108.514 fallecimientos (997,6 por cada 100 mil habitantes). El cáncer (tumores) es la segunda causa (86.570 fallecidos, 795,9 por cada 100 mil habitantes). En tercer lugar, se encuentran las enfermedades infecciosas (74.554 fallecidos, 685,4 por cada cien mil habitantes) en las que se incluyen los casos de COVID-19 confirmados y sospechosos. Y, en un distante cuarto lugar, se encuentran las muertes por enfermedades respiratorias (39.517), que solían ocupar el tercer lugar hasta el año 2019. Destaca el aumento de las tasas de mortalidad por enfermedades mentales y nerviosas en los últimos lustros [Figura 2.9].

 

 

Hombres y mujeres tienen un patrón diferente de mortalidad según sus causas [Figura 2.10, donde se representa la distribución en cada grupo de edad, independientemente del número de fallecidos en cada grupo].

En los hombres se acentúa la mortalidad por causas externas en las edades jóvenes, y los tumores la sustituyen en la madurez y vejez. En las mujeres, las causas externas son menos importantes y predominan los tumores, salvo en la vejez en la que las enfermedades del sistema circulatorio tienen más relevancia.

Las muertes por enfermedades infecciosas y parasitarias (en las que se incluyen las muertes por COVID-19 confirmadas y sospechosas) han subido de peso relativo en el patrón de mortalidad de los mayores de 65 años. Pasan de representar el 1,35% de las defunciones en hombres en los años 2018-2019 al 18,1% en el año 2020 y del 1,5% al 16,67% en mujeres.

 

 

La valoración del propio estado de salud viene condicionada por las enfermedades padecidas, las características personales del individuo y por otras razones socioeconómicas o residenciales. Esta valoración también refleja los factores sociales, económicos y del entorno de la persona.

El 50,7% de los mayores percibe su salud como buena o muy buena. En el resto de la población, el porcentaje alcanza el 82,7% (Encuesta Europea de Salud de 2020). Las percepciones negativas aumentan con la edad [Figura 2.11].

El sexo es un factor diferenciador de la salud subjetiva: el 56,9% de los hombres mayores autovalora bien o muy bien su estado de salud, mientras que disminuye al 45,8% entre las mujeres mayores.

 

 

[3] Más información en el Informe en Red nº5 Esperanza de Vida Libre de Discapacidad en los mayores en https://envejecimientoenred.csic.es/esperanza-de-vida-libre-de-discapacidad-en-los-mayores/

 

Indicadores económicos

Pensiones. En febrero de 2022, la Seguridad Social en España contabiliza 9,9 millones de pensiones. Según su clase, las pensiones de jubilación (6,23 millones) son las más frecuentes, seguidas por 2,35 millones de pensiones de viudedad [Tabla 3.1].

Según el régimen, la mayor parte de estas pensiones corresponde al régimen general (7,26 millones). Prácticamente la totalidad de las personas mayores recibe alguna prestación económica del sistema público de pensiones (directamente o a través de la pensión del cónyuge).

En 2022, la pensión media del conjunto del sistema es de 1.085 euros mensuales [Tabla 3.1]. Las cuantías más altas corresponden al régimen especial de la minería del carbón (1.900 euros), seguidas por las de enfermedades profesionales (1.357 euros) y las del régimen general (1.190 euros).

Por su parte, si nos centramos en las pensiones de jubilación (la clase más numerosa), la pensión media supera con creces el umbral de los mil euros (1.248 euros). La cuantía más alta en esta clase corresponde también al régimen especial de la minería del carbón (2.435 euros).

 

 

Se siguen manteniendo las disparidades regionales en pensiones medias de jubilación, consecuencia de las diferencias en la estructura productiva durante la historia laboral de los actuales pensionistas.

El País Vasco, Asturias, Madrid y Navarra tienen las pensiones de jubilación más altas. Extremadura, Galicia, Murcia y Andalucía, las más bajas [Figura 3.1], aunque en todas las autonomías se supera el umbral de los mil euros.

 

 

Según datos de Eurostat de 2018, en todos los países en Europa existe brecha de género en las pensiones. Las pensiones de las mujeres son más bajas que las de los hombres debido a la diferente relación entre la trayectoria laboral y familiar, el tipo de ocupaciones, y por la distinta composición de las pensiones (viudedad, etc.) [Figura 3.2].

En España, la brecha se sitúa en el 31,2% entre hombres y mujeres, un porcentaje similar a la media de la Unión Europea (29,1%). Países Bajos, con una brecha del 44,3%, y Estonia, con una del 0,1%, son los países en los extremos.

 

 

Ocupación y jubilación. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) 2020 casi la mitad de los ocupados (un 48,3%) supera los 45 años, y ese porcentaje sigue creciendo año tras año. Las abultadas cohortes del baby boom (más los efectivos añadidos por la inmigración) están en edades de 40-59 años, por lo que aumenta la edad media. La crisis económica ha contribuido también a elevarla, porque ha dificultado la primera ocupación de los jóvenes [Figura 3.3].

La proporción de ocupados tras cumplir los 65 años es muy baja comparada con otros países europeos y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En España, solo el 8,9% (EPA, 2021) de la población entre 65 y 69 años trabajó.

 

 

España es un país con una cifra de años esperados tras la jubilación bastante alta (23 años para los hombres, y 27,7 para las mujeres, en 2020), por encima de buena parte de la Unión Europea, debido sobre todo a una mayor esperanza de vida y a una edad real de jubilación por debajo de los 65 años [Figura 3.4].

 

 

Según la Encuesta de Presupuestos Familiares de 2020 (INE), el gasto fundamental de un hogar donde residen personas mayores se dedica al mantenimiento de la propia vivienda (agua, electricidad, y otros gastos), con una proporción más alta que en el resto de grupos de edad, alrededor del 49% [Figura 3.5]. Los capítulos de ‘Alimentación’ y ‘Resto’ (donde incluimos transporte, comunicaciones, enseñanza y otros bienes) son los segundos en importancia, (18% cada uno).

Este mayor gasto porcentual en vivienda y en alimentación puede estar relacionado con unos ingresos menores en términos absolutos o con una mayor propensión al ahorro (menos gasto en términos absolutos), aunque también influye que el porcentaje de propietarios de vivienda sea mayoritario y muy superior al compararlo con edades menores.

 

 

La mayoría de los españoles con 16 o más años tiene la vivienda en propiedad (75,2% para 2020), porcentaje muy elevado por el peso de los mayores, entre los que la propiedad alcanza el 89,1% [Figura 3.6].

 

 

Los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida 2020 (INE) muestran como la posición económica de los mayores mejoró relativamente en los años posteriores a la crisis económica de 2008. La proporción de población en riesgo de pobreza pasó de un 25,5% en 2008 a un 11,4% en 2014, situándose por primera vez en un nivel inferior al del resto de grupos de edad [Figura 3.7]. Pero desde 2014 la proporción se ha incrementado de manera importante hasta 2020 (seguramente reforzada por los problemas económicos acaecidos durante la pandemia de la Covid-19), ascendiendo hasta el 18,8%, porcentaje muy similar al de las edades de 30 a 44 años y de 45 a 64 años.

 

 

Para una comparación de los ingresos de distintos tipos de hogar se utiliza el concepto de renta equivalente. Para calcularlo se aplica el concepto de unidad de consumo, que tiene en cuenta las economías de escala que se producen según el número y las edades de las personas que comparten los gastos del hogar. El umbral de pobreza se sitúa en el 60% de la mediana de los ingresos por unidad de consumo de los hogares a nivel nacional. Por tanto, es una medida relativa. Una mejora entre los mayores puede deberse a que los demás grupos han empeorado, rebajando así el umbral de la pobreza. Si los mayores mantienen sus ingresos, muchos quedan por encima de ese nuevo umbral, aunque también puede ocurrir lo contrario. Esto indica que los mayores tienen unos ingresos mayoritariamente próximos al umbral de pobreza, situándose por encima o por debajo según aumente o disminuya dicho umbral.

Supongamos, por ejemplo, una persona mayor de 65 años con un ingreso de 890 €/mes en el año 1 y el mismo ingreso en el año 2 [Figura 3.8]. En el primero estaría por debajo del umbral de la pobreza (situado en 900 euros, 60% de la mediana de ingresos de 1.500 euros); en el segundo año estaría por encima.

 

 

Indicadores sociales y otros

Convivencia. Durante la vejez, y según aumenta la edad, se incrementa la probabilidad de vivir en soledad (sobre todo para las mujeres). En España, se viene observando en las últimas décadas un incremento de los hogares unipersonales y en pareja sin otros convivientes en personas de 65 y más años, aunque las proporciones son todavía menores que en otros países europeos.

La proporción de hogares unipersonales es mayor entre las mujeres que entre los hombres (2020: 29,4% frente a 15,8%), pero entre ellos se observa el incremento. [Figura 4.1].

La proporción de hogares de parejas sin otros convivientes también ha aumentado notablemente, tanto para hombres (de 47,7% en 2010 a 51,6% en 2020) como para mujeres (de 30,1% en 2010 a 34,7% en 2020).

La forma de convivencia mayoritaria entre los hombres de 65 y más años es la pareja sin otros convivientes, y en el futuro se espera que aumente y tenga consecuencias en la redistribución de los cuidados dentro del hogar, con el hombre teniendo algo más de protagonismo como cuidador[4].

 

 

El estado conyugal influye en muchas dimensiones de la vida de los mayores: tipo de hogar, salud, ingresos, etc. La figura 4.2 refleja el cambio del estado civil desde 1970 hasta 2020: solteros y viudos pierden peso en favor de los casados y, en menor medida, de los separados.

Esto resulta de la disminución de las tasas de mortalidad masculina en las edades previas y durante la vejez. En 2020, el 60,8% de las personas mayores están casadas (76,1% de los hombres, 49% de las mujeres) y el 27,4%, viudas (11,7% y 38,4% respectivamente).

 

 

En la población de 65 años y más, el porcentaje de hombres casados predomina hasta los 92 años, donde los viudos comienzan a ser mayoría, según las estadísticas de defunciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) para el año 2020. En cambio, en mujeres, la viudez predomina sobre el resto de los estados civiles a partir de los 75 años.

Con ello, es fácil comprender que los hombres tienen más probabilidad de morir como casados y las mujeres como viudas. El porcentaje de hombres casados al momento de fallecer supera ampliamente al de las mujeres: 58,7% frente a 21,45% [Figura 4.3].

 

 

Cuidados. Las mujeres de menos de 65 años, especialmente las de 45-64, contribuyen con más de la mitad de todo el volumen de cuidado (medido en horas) aportado por todos los cuidadores: 48,4%. Y es una mujer mayor la que recibe la mayor parte del cuidado provisto por cualquier cuidador: un 47,1% [Figura 4.4].

Han pasado los años y se han puesto en marcha políticas sociales de atención a la dependencia. Sin embargo, el patrón se mantiene. No obstante, aumenta algo el tiempo de cuidado prestado por los hombres (en especial, el de los hombres mayores) y desciende el de las mujeres, si lo comparamos con el esquema o patrón de cuidado de 2008, con datos obtenidos a partir de la Encuesta sobre Discapacidad y Dependencia. (Ver nuestro Informe nº17 de 2018).

Esto puede explicarse por el proceso de envejecimiento y sobreenvejecimiento de los ya mayores y la evolución resultante de los tipos de hogar, más que por un cambio de mentalidades o de la cultura del cuidado. Las parejas envejecen y los hombres de edad asumen el papel de cuidadores que no desarrollaron siendo jóvenes. Además, hay más hombres en esa tesitura que antes debido a su creciente supervivencia.

 

 

En 2014, la persona que cuida de los hombres mayores que necesitan ayuda es fundamentalmente su cónyuge, seguida de su hija. En el caso de las mujeres mayores que necesitan ayuda se invierte el orden: son las hijas las que se hacen cargo de los cuidados más frecuentemente. Se trata de una pauta antigua, por la cual la hija de edad intermedia suele ser el pilar del cuidado en España [Figura 4.5]. El cuidado tiene efectos en el empleo, dado que la mayoría de las personas que cuidan están en edad laboral.

En la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) de 2018 se preguntó a las personas empleadas o con experiencia laboral previa acerca de los efectos en su trabajo de cuidar a familiares con discapacidad (de cualquier edad). La mujer sufre en mayor medida consecuencias negativas, pues a veces tiene que interrumpir o reducir su tiempo de trabajo [Figura 4.6].

 

 

 

La ECV-2018 también revelaba una nueva tendencia: los hombres mayores cuidan en proporciones crecientes. Según el módulo de 2016 sobre cuidado, el 13,6% de los hombres mayores cuidan de personas dependientes. También lo hace el 14% de las mujeres [Figura 4.7], que en cifras absolutas suponen la mayoría en el total de cuidadores de estas edades.

Las personas mayores (tanto hombres como mujeres), cuando cuidan, lo hacen con alta dedicación horaria: más de dos tercios dedican más de 20 horas a la semana al cuidado. Ver nuestro Informe nº22 de 2019.

Esta cuestión descubre la importante contribución de las personas mayores a la sociedad, cuidando de otros, ayudando económicamente, dando apoyo emocional, consejos, etc. [Figura 4.8 con datos de 2018].

 

 

 

Felicidad. Su definición es compleja. Cada individuo la interioriza de forma diferente. Se debe medir evitando la simplificación feliz-no feliz, y utilizando una escala que abarque posiciones desde absolutamente infeliz a absolutamente feliz.

En la ECV-2018 también se preguntó con qué frecuencia se siente uno feliz (en las cuatro últimas semanas). Se observa que España tiene puntuaciones altas comparadas con las del resto de países europeos y que el porcentaje de personas que declara ser feliz siempre o la mayor parte del tiempo disminuye con la edad [Figura 4.9]. Al menos en nuestro país, las mujeres suelen declarar niveles más bajos de felicidad que los hombres [Figura 4.10].

 

 

 

Educación. El nivel de instrucción es más bajo cuanto más avanzada es la edad. Entre los mayores aún quedan importantes bolsas de analfabetismo y población sin estudios. Estos datos reflejan situaciones en que los medios eran escasos (escuelas, maestros) y condiciones de vida y desarrollo que no les permitieron acceder o permanecer en el sistema educativo [Figura 4.11].

No obstante, el relevo generacional durante los últimos 40 años ha supuesto un cambio notable en el nivel educativo de las personas mayores, con reducción del analfabetismo y aumento de los niveles de estudios secundarios y superiores [Figura 4.12].

Las generaciones de jóvenes actuales son las más instruidas de la historia, lo que augura una vejez futura con mayor nivel educativo y, por tanto, con más recursos para afrontar situaciones problemáticas.

 

 

 

Brecha digital. Cuanto mayor es la edad menor es la proporción de personas que utilizan Internet. Se percibe una brecha digital entre los mayores y el resto de la población, según los resultados de la Encuesta sobre equipamiento y uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación, 2006-2021.

Sin embargo, la brecha se reduce rápidamente en los últimos años, especialmente por la llegada a estas edades de personas que ya utilizaban internet previamente, más que a una alfabetización digital de los ya mayores. En 2006, la brecha era de 76,2 puntos porcentuales entre el grupo de edad más conectado (16-24 años) y el de los mayores (65-74 años); en 2021, se reduce a 26,4 puntos [Figura 4.13].

 

 

Residencias. En España hay 4,2 plazas de residencia por cada 100 personas mayores; en total, 384.251 plazas (con datos actualizados a 2020), según nuestra propia base de datos de residencias. Existe una gran dispersión en los valores de esta ratio: más alta en provincias con mayor proporción de personas mayores [Figura 4.14].

Se desconoce el nivel de ocupación de las residencias, pero puede situarse entre el 75-80%, utilizando datos de población que vive en alojamientos colectivos/residencias (Censo de población de 2011) y de la citada base de residencias, de datos obtenidos por encuestas y de vaciado de guías y registros autonómicos.

 

 

[4] Más información sobre el cuidado a la pareja dependiente en https://envejecimientoenred.cisc.es/los-hombres-y-las-personas-mayores-tambien-cuidan-pero-cuanto/

 

 

Para citar este documento: PÉREZ DÍAZ, Julio; RAMIRO FARIÑAS, Diego; ACEITUNO NIETO, Pilar; MUÑOZ DÍAZ, Carlos; BUENO LÓPEZ, Clara; RUIZ-SANTACRUZ, J. Sebastián; FERNANDEZ MORALES, Isabel; CASTILLO BELMONTE, Ana Belén, de las OBRAS-LOSCERTALES SAMPÉRIZ, Julia; Villuendas Hijosa, Begoña (2022). “Un perfil de las personas mayores en España, 2022. Indicadores estadísticos básicos”. Madrid, Informes Envejecimiento en red nº 29, 40p. [Fecha de publicación: 30/09/2022].

Descarga: Un perfil de las personas mayores en España, 2022. Indicadores estadísticos básicos.  Informes Envejecimiento en Red nº 29 (pdf, 5,36 Mb)

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