La fragilidad social: el peso de lo invisible y lo que se esconde tras la ventana

Abr 22, 2025

Hernán David García Botina, hgarcia@hptu.org.co, Médico Especialista en Medicina Interna y Geriatría (Hospital Pablo Tobón Uribe), Estudiante de la Maestría en Salud Pública (Universidad CES). Medellín.
Maria João Forjaz y Carmen Rodríguez Blázquez. Centro Nacional de Epidemiología, Instituto de Salud Carlos III. Madrid.
IPs del Proyecto CASS (Caregiving and Ageing in Spain and Sweden), Instituto de Salud Carlos III, ref. PI22CIII/00043


La imagen de una persona mayor tras la ventana es universal, tristemente estereotipada frente a la vejez. Cabe preguntarse si esta actitud contemplativa-pasiva es una decisión o si es el resultado de la incapacidad de vivir más allá de la ventana. Si se trata de una salida, una forma de escapar de la soledad, del silencio, de las ausencias.

El mundo desafía un fenómeno nunca antes visto: el envejecimiento de la población. Este ocurre en un contexto donde cada vez hay menos nacimientos y el desarrollo de nuestras sociedades, así como del campo científico —en mayor o menor medida, según el país desde donde se observe—, ha llevado a un incremento en la esperanza de vida (EV). De acuerdo a datos de la OECD para 2022 en Japón, por ejemplo, el país con mayor EV del mundo, esta se sitúa en 84 años; en España el promedio ronda los 83 años y en Colombia se encuentra cerca de los 76 años.

Esta transición demográfica nos plantea retos hacia el futuro en prácticamente todos los campos. A la par, el cambio en la estructura social se refleja en la transformación de nuestros espacios habitables: casas tradicionales y barrios cálidos y hogareños son reemplazados por colosales edificios de gris y frío hormigón. Familias numerosas, multigeneracionales en el pasado, hoy se enfrentan a fenómenos de familias unipersonales. Muchos de estos cambios, que regiones del mundo como Latinoamérica experimentan de manera acelerada y en combinación con otros factores como lo son la pobreza, la inequidad social, la migración, el calentamiento global, entre otros, nos exponen a ser vulnerables, frágiles. Cuando el cuerpo es frágil, enfermamos, morimos. ¿Pero qué pasa cuando nuestras relaciones sociales son frágiles? ¿Enfermamos? ¿Morimos?

La fragilidad social forma parte de la visión de fragilidad multidimensional cada vez más citada en geriatría y gerontología, y se puede definir como la pérdida de recursos sociales esenciales (redes de apoyo, participación comunitaria, sentido de pertenencia) frente a una limitación en estrategias de compensación ante la pérdida de estos recursos (y la consecuente presencia de enfermedades, dependencia funcional, limitación sensorial, entre otros). El estudio que realizamos se centra en identificar los factores de riesgo para desarrollar fragilidad social y su impacto en la supervivencia. Para esto se tomaron datos de la Encuesta Nacional de Salud, Bienestar y Envejecimiento SABE, Colombia, una de las encuestas más grandes en este tópico realizadas en Latinoamérica.

Resultados del estudio evidenciaron que una de cada cuatro personas mayores presentó fragilidad social y que ciertos factores biológicos, como la presencia de dos o más enfermedades crónicas o la alteración visual, aumentan en más de un 35% el riesgo de presentar fragilidad social. Del mismo modo, la falta de medios para comunicarse a través de telefonía o internet incrementa este riesgo en aproximadamente un 43%. A partir del análisis, se encontró que las siguientes características incrementan la vulnerabilidad para el desarrollo de esta condición; el sexo masculino, tener 75 años o más, no tener pareja o haber presentado alguna forma de maltrato (incluye negligencia), siendo este último factor el que más eleva el riesgo, al duplicarlo. Finalmente, los análisis estadísticos mostraron que la fragilidad social se asocia con un aumento del 22% en el riesgo de mortalidad, incluso después de ajustar por edad, presencia de enfermedades y discapacidad.

El rostro de la vejez tras la ventana no debe ser sinónimo de resignación ni de exclusión. Los hallazgos de este estudio nos invitan a repensar el envejecimiento desde una mirada más amplia, que reconozca la fragilidad social como un determinante real y tangible de la salud y la supervivencia en las personas mayores. En una sociedad que envejece rápidamente y donde los vínculos tradicionales se transforman, es urgente diseñar respuestas sociales y políticas que promuevan entornos protectores, redes de apoyo significativas y acceso equitativo a la conectividad y la participación. Prevenir la fragilidad social no solo puede salvar vidas, sino que también puede devolverle a la vejez la posibilidad de habitar plenamente la vida, más allá del marco de una ventana.

Share This