El precio de los cuidados sobre la salud de la persona cuidadora: ¿Cada vez más alto?

Feb 10, 2025

Amaya Bernal Alonso, https://orcid.org/0000-0001-8514-1408, Médica Residente de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Escuela Nacional de Sanidad (Instituto de Salud Carlos III). Investigadora predoctoral del programa de doctorado en Ciencias Biomédicas y Salud Pública del IMIENS.
César Garriga, PhD  https://orcid.org/0000-0001-7073-3611 . Investigador principal en el Centro Nacional de Epidemiología (Instituto de Salud Carlos III). CIBERESP.


Los cuidados han ocupado siempre un lugar central en el desarrollo de nuestra especie. La arqueología, la historia y otras disciplinas que estudian nuestro pasado han encontrado evidencia de que siempre hemos cuidado unas personas de otras. Solo así se explica el hallazgo de restos humanos de individuos que sobrevivieron, ya en épocas prehistóricas, a enfermedades y malformaciones que les habrían causado la muerte de manera precoz si no hubieran sido cuidados por otros miembros de su grupo.

Probablemente, los cuidados de aquellas épocas iniciales de nuestra especie se limitasen a asegurar la supervivencia del individuo dependiente. Hoy en día, la complejidad de los cuidados es paralela a la de la sociedad actual. El desarrollo de las profesiones sanitarias y otros oficios asistenciales son una buena prueba de ello. Pero también los llamados cuidados informales, los que se realizan de manera no profesional, generalmente por personas de la familia o el entorno más cercano, se han vuelto más complejos. Cuidar de personas dependientes hoy implica no solo cubrir sus necesidades más básicas de alimentación, higiene o vestido, sino que suele asociar tareas como el ayudarlas con el manejo de la medicación o del dinero, acompañarlas en sus desplazamientos diarios y asegurarse de que son capaces de manejar teléfonos móviles y otros medios más o menos tecnológicos para mantenerse conectadas con su entorno. En definitiva, las personas cuidadoras suelen procurar que quienes están bajo su cuidado mantengan unos niveles de bienestar emocional y social lo más elevados posible. Si a esto unimos que cada vez vivimos más años, a menudo conviviendo con enfermedades que limitan nuestra autonomía, es fácil concluir que la labor de las personas cuidadoras se está volviendo cada vez más exigente.

Desde hace varias décadas se viene investigando en qué medida las tareas de cuidados informales afectan a la salud de las personas cuidadoras. Los estudios científicos encuentran que, con frecuencia, este impacto es negativo. Y no es igual en todos los casos; de ahí que los estudios cada vez se orienten más hacia colectivos específicos (personas cuidadoras de pacientes oncológicos, de adultos con enfermedades neurodegenerativas, hijas e hijos cuidadores de padres y madres dependientes), con el fin de entender mejor los mecanismos que provocan en cada caso esta merma en su bienestar y poder así implementar medidas que prevengan el deterioro de su salud.

En el estudio CASS nos hemos centrado en estudiar a las personas mayores cuidadoras. Las personas mayores suelen ser quienes reciben cuidados, pero cada vez con mayor frecuencia, en nuestra sociedad, cada vez más envejecida, son también personas que cuidan de otras. Y mucho. Ya nos hemos preguntado en este blog ¿Qué pasa cuando la persona cuidadora tiene más de 75 años? El análisis de los datos de la Encuesta de Discapacidad, Autonomía personal y situaciones de Dependencia de 2020, de ámbito nacional, nos indicaba que una de cada seis personas cuidadoras en España tenía más de 75 años, y nos daba los elementos para responder a esta pregunta: más de la mitad sentían que su salud se había deteriorado por el hecho de cuidar, y dos tercios de ellas se sentían cansadas.

En nuestro último estudio comparado de los datos de las encuestas de discapacidad de 2008 y de 2020 hemos querido saber si el peaje que pagamos por cuidar se ha encarecido en estos años. Y los datos nos indican que no estamos avanzando en la dirección correcta. Según nuestros análisis, en 2008, el 45 % de las personas cuidadoras referían un alto impacto de los cuidados en su salud, entendiendo “impacto” como una combinación de deterioro de la salud, cansancio y sentimiento de depresión. En 2020, este porcentaje ascendía al 54 %. Además, quienes tenían mayor riesgo de presentar un perfil de alto impacto en 2008 eran las personas de edades comprendidas entre los 50 y los 64 años, mientras que en 2020 eran las personas mayores de 75 las que más probabilidad tenían de encontrarse en esta situación. Vemos, pues, que no solo cada vez más personas cuidadoras sufren importantes consecuencias negativas de los cuidados, sino que, además, estas consecuencias se desplazan hacia colectivos más vulnerables. Por último, cabe destacar que, aunque se observa un aumento en el porcentaje de hombres cuidadores en 2020 respecto al 2008 (36 % y 30 %, respectivamente), siguen siendo las mujeres las que mayor riesgo tienen de sufrir un mayor deterioro de su salud como consecuencia de su labor como cuidadoras.

Estos datos, aunque alarmen, tienen que constituir una llamada a la acción. Debemos seguir investigando en cuidados, en su impacto, y en los mecanismos por los que cuidar de otra persona hacen que perdamos bienestar por el camino. Y, sobre todo, debemos actuar. Empezar por reconocer a las personas cuidadoras informales y la importante labor que desempeñan, a menudo a costa de su propia salud. E implementar medidas que permitan a las personas cuidadoras, de todas las edades, compaginar su autocuidado con el cuidado de sus seres queridos.


Este trabajo ha sido financiado por el Instituto de Salud Carlos III (Estudio CASS, ref.PI22CIII/00043)

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