Derechos de las personas mayores y calidad de vida relacionada con los cuidados en Europa

Jul 30, 2024

Fermina Rojo-Pérez y Gloria Fernández-Mayoralas, Grupo de Investigacion sobre Envejecimiento (GIE-CSIC), IEGD, CSIC.


Europa es una de las regiones del mundo que más tempranamente comenzó su proceso de envejecimiento y, consecuentemente, se encuentra entre las más envejecidas después de Japón (United Nations, 2023). A medida que aumenta la proporción de personas mayores también lo hace la demanda de cuidados de larga duración.

La pandemia por COVID-19 puso de manifiesto la debilidad de los sistemas de cuidado y de apoyo, que tradicionalmente recaen en el entorno familiar como exponente del cuidado informal. Tras esta crisis, la Comisión Europea diseñó el Plan de Acción para hacer realidad el Pilar Europeo de Derechos Sociales, orientado a la cohesión social y el bienestar de los ciudadanos, lo que afecta a la población mayor en relación con el eje Protección Social e Inclusión. Una de los planteamientos establecidos por la Comisión Europea para materializar los derechos en relación con este eje es la mejora de la situación tanto de las personas cuidadoras como de las personas cuidadas (European Commission, 07-09-2022), especialmente en lo que se refiere a la asequibilidad, la accesibilidad, la calidad de los cuidados, la atención integral centrada en la persona, la mejora de las condiciones de trabajo de los cuidadores y su formación y reciclaje, la búsqueda de equilibro por género de los cuidadores y la equidad territorial. En el caso de España, recientemente ha sido aprobada la Estrategia Estatal para un Nuevo Modelo de Cuidados en la Comunidad, con la propuesta de elaborar un plan  nacional de desinstitucionalización (entendida con multitud de trayectorias posible y con respeto por la preferencia y elección de la persona y su inclusión en la comunidad) y la implantación de un modelo de atención centrada en la persona (personalización o reconocimiento de la singularidad de cada persona en todas las dimensiones de su vida) (Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, 2024).

Referido a la población mayor, el cuidado se define como el conjunto de acciones encaminadas a mejorar la calidad de vida de las personas mayores que no pueden autocuidarse debido a condiciones adversas de salud, de funcionamiento, o incluso que requieren apoyo en asuntos relacionados con el ámbito financiero y legal (Montesinos, 2022). El cuidado puede ser provisto por personas no profesionales, sean miembros de la familia o amigos (cuidado informal), o por profesionales que obtienen compensación económica (cuidado formal), puede recibirse en domicilio o en establecimientos de cuidado de larga duración, y existen grandes diferencias entre países en el uso de las diferentes tipologías. En Europa se ha observado un gradiente norte/sur, con un mayor apoyo público y menor rol familiar en los países del norte, mientras que en el sur el cuidado recae prioritariamente en los miembros de la familia. Ello está en relación con los diferentes modelos de estado de bienestar y con la disponibilidad de infraestructuras y características contextuales.

¿Qué se entiende por persona cuidadora? Diversos estudios señalan la falta de consenso en la definición de persona cuidadora, pero indican que es aquella que ofrece cuidado, no remunerado ni profesional, al menos semanalmente, a quien tiene necesidad de atención por condiciones de enfermedad o de discapacidad. Asegurar el cuidado para la promoción de la salud y el desarrollo de la vida cotidiana es una acción de relevancia para la calidad de vida y la solidaridad entre generaciones. Entre otros propósitos, la calidad de vida global o la calidad de vida relacionada con la salud son medidas comúnmente usadas para conocer el impacto de los cuidados recibidos por la población mayor en domicilio. Entre las personas que cuidan, se ha evidenciado una mayor probabilidad de compartir hogar con la persona receptora de cuidado y de experimentar condiciones adversas, por ejemplo, en percepción de soledad, pues la tarea de cuidado contribuiría a un deterioro de las relaciones sociales. Pero, asimismo, se ha descrito que el compromiso en las relaciones con otros a través del cuidado podría beneficiar la salud emocional e, indirectamente, rebajar el nivel de soledad. Problemas de salud asociados con la carga de cuidado, como dolores crónicos, enfermedad, dependencia y peor autopercepción de la salud, también son factores de riesgo entre las personas cuidadoras, lo que influye en un más bajo nivel de bienestar y de calidad de vida.

El impacto de la tarea de cuidado puede variar según las características sociodemográficas de la persona que cuida. En el tiempo y duración del cuidado informal se han hallado diferencias por género, de modo que una alta intensidad del cuidado afecta, negativamente, a la calidad de vida de la persona cuidadora, que suele ser mujer y del entorno familiar, tener más edad que los cuidadores hombres o hijos/as, informar un menor número de condiciones adversas de salud y de funcionamiento que la persona que recibe el cuidado, no tener compañía y no tener otro trabajo fuera del hogar (o haber renunciado al trabajo por motivo del cuidado). Esta brecha de género en el cuidado, especialmente cuando se realiza fuera del hogar, está afectando también a las cohortes más jóvenes (Rodrigues et al., 2023).

Por lo que se refiere a las personas mayores receptoras de cuidado, se ha observado un mayor sentimiento de soledad y peor calidad de vida entre quienes reciben cuidado informal frente al formal, en tanto que estas últimas mejoran su conexión social y reducen la sensación de ser una carga para la familia. También se han encontrado diferencias entre los países del norte y del sur de Europa en cuanto a su percepción de calidad de vida, de forma que hay una mejor percepción en los países de Europa del norte y peor en los países del sur cuando reciben cuidado informal; mientras que recibir apoyo formal se asocia con peor percepción de calidad de vida en Europa del norte, central y oriental. Como otra dimensión de la calidad de vida, los factores contextuales de renta y nivel socioeconómico tienen una relación inversa con la recepción de cuidado informal, siendo así que personas con un menor nivel de recursos socioeconómicos tienen una mayor probabilidad de recibir cuidado no retribuido en el hogar.

Conocer las características y condiciones de vida de las personas mayores según estatus de cuidado informal, en domicilio, y bajo un enfoque comparativo en la Unión Europea es crucial para que la Comisión Europea pueda elaborar políticas basadas en una sólida base empírica. Estos son algunos aspectos que están siendo analizados por el equipo del Estudio CASS. Se trata de un tema de extraordinaria relevancia en la situación actual, significada por una relación inversa entre el envejecimiento y el potencial de cuidadores. Esta situación se agrava, además, por la crisis del cuidado, caracterizada por la descarga de la responsabilidad del cuidado remunerado por parte del estado o de las autoridades locales. Bajo esta realidad, las personas adultas-mayores se ven en la necesidad de cuidar de otras que también son mayores, o más mayores incluso. Ambos grupos, receptores y cuidadores, están en posición de fragilidad (riesgo de circunstancias adversas de salud y de las actividades de la vida diaria), considerando que las personas que cuidan también están envejeciendo, con el consiguiente decaimiento de sus condiciones personales como factor que subyace en la necesidad, a su vez, de recibir cuidado, y se contrapone a la tarea de dar un cuidado de calidad.


Este trabajo ha sido financiado por el Instituto de Salud Carlos III (Estudio CASS, Caregiving and Aging in Spain and Sweden; ref. PI22CIII/00043; RD21CIII/0003/0002).

Imagen: https://ec.europa.eu/social/main.jsp?catId=738&langId=es&pubId=8396

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