El humano bi-centenario en perspectiva y la necesidad de un amplio debate social

Feb 15, 2018

Rafael Castro-Fuentes. Profesor Titular de Fisiología, Departamento de Ciencias Médicas Básicas, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad de La Laguna.


La humanidad está pasando ahora por el cambio macroeconómico más grande de la historia. Este cambio tiene dos caras. En los últimos sesenta y cinco años, impulsada por la mejora de la atención médica y las condiciones sociales, la esperanza de vida humana promedio mundial ha ganado más de tres años en cada década, excepto en los años noventa. Si hemos llegado tan lejos, ¿por qué no dar un paso más, ir por una vida mucho más larga?
El mundo presenta por primera vez en su historia una cantidad creciente de adultos mayores. La cantidad de personas de sesenta y más años , que fue de solo 901 millones en 2015, aumentará a 2.100 millones en 2050 y luego a 3.200 millones en 2100. Para 2050, en los países desarrollados habrá el doble de personas de edad que de niños, y en los países en desarrollo está previsto que se duplique el número total de personas de edad. Esta tendencia tendrá consecuencias trascendentales tanto para los países como para los individuos.
El otro aspecto es la reducción de la natalidad, que parece correlacionarse con una mayor esperanza de vida. Las tasas de fecundidad (nacimientos por mujer) han caído por primera vez en la historia a nivel mundial, por debajo de las tasas de reposición. Y en muchos países desarrollados, las tasas de fecundidad son alarmantemente bajas. Se necesita una tasa de fecundidad de al menos 2,1 hijos por mujer para lograr la estabilidad de la población nativa en Occidente (al menos en países donde la mortalidad infantil es menor). En Japón y Alemania están ahora en alrededor de 1,4 hijos por mujer, y sigue disminuyendo. Singapur, Grecia y España están en alrededor de 1,3 nacimientos por mujer. En unas décadas, habrá muchos países que tendrán 1 nacimiento por mujer.
Por tanto, a partir de ahora, cada generación será más pequeña que la anterior. Para los economistas y demógrafos, este problema está representado por la tasa de dependencia de la vejez. La mayoría de los programas sociales  y los planes de pensiones se desarrollaron cuando la tasa de dependencia de la vejez era mucho menor. A medida que la esperanza de vida se ha alargado, la tasa de dependencia de la vejez ha ido aumentando. Hay dos razones para esto. “Vidas más largas” significa que más personas se están moviendo hacia la columna de dependencia. Al mismo tiempo, la caída en las tasas de natalidad ha reducido el número de trabajadores en la columna de contribuyentes. Hoy en día, la relación entre trabajadores activos y personas jubiladas ha disminuido  mucho en diversos países, y sigue empeorando, simplemente porque las personas están viviendo más tiempo y las tasas de natalidad están cayendo.
Nuestros problemas económicos actuales no tienen su origen en las políticas económicas tradicionales. El problema es «la edad y la salud.» En otras palabras, es la tasa  de dependencia de la vejez, ya que un aumento en el número de personas tampoco va a resolver el problema.  De hecho, Japón, Alemania, Italia y los países escandinavos han gastado una ingente cantidad de dinero para tratar de aumentar las tasas de natalidad. Pero han fracasado. Incluso si tuviesen éxito,  ello no ayudaría con el tiempo. Habría que esperar décadas para que los recién nacidos ingresasen en el mercado laboral. La alternativa de fomentar una inmigración masiva desde los países en vías de desarrollo, no suficientemente cualificada, no solucionaría la demanda de puestos especializados en la sanidad, la industria y las nuevas tecnologías.
La comunidad científica está empezando a aceptar que hay que pasar de un modelo de tratamiento de la enfermedad a un modelo anti-envejecimiento, como solución para lograr vidas saludables más largas. Algunos sostienen que las estrategias antienvejecimiento y las biotecnologías no sólo son necesarias desde el punto de vista del individuo, sino que son, literalmente, la única manera de salvar a las economías modernas de las consecuencias no deseadas del aumento de la esperanza de vida. Es decir, del colapso de la tasa de dependencia de la vejez. Si más personas pudiesen permanecer saludables se produciría el crecimiento económico necesario para financiar la innovación, la cual marcará el comienzo de una era de prosperidad sin precedentes en la historia de la Humanidad.
La investigación sobre la extensión significativa de la vida se encuentra en una etapa muy temprana, sin éxito claro hasta el momento. Gran parte de la investigación hace uso de estudios en animales y desarrollo de fármacos, con varios signos alentadores. Pero, a pesar de cualquier éxito en los esfuerzos explícitos por aumentar la longevidad, estos esfuerzos no están siendo alimentados por la demanda pública (Callahan y Gaylin, 2017). De hecho, los resultados de encuestas de opinión pública en diversos países han mostrado que la gente desea vivir vidas modestamente más largas, pero no vidas mucho más largas, desde los años ochenta hasta los cien, con noventa años de vida media (Ekerdt et al., 2017). Hay una aparente falta de interés de los miembros del grupo de edad avanzado en vivir períodos de vida mucho más largos (Ekerdt et al., 2017). Los investigadores comentan que la razón más probable es simple: han vivido vidas largas y satisfactorias; no necesitan continuar. Además, hay quienes han puesto sobre la mesa algunas cuestiones importantes (Callahan y Gaylin, 2017): Una es si tal esfuerzo mejoraría la vida humana, de modo que las futuras generaciones probablemente estuviesen agradecidas por ello.
La otra es si ésta es una buena inversión científica, y mucho menos necesaria, dada otras necesidades humanas urgentes. Hace falta un esfuerzo serio que proporcione alguna especulación cuidadosa sobre el posible o al menos posible éxito del esfuerzo. ¿Cómo sería ser bi- o tri-centenario? ¿Qué cambios económicos serían necesarios para respaldar doscientos años de retiro? Hay muchos investigadores y empresarios adinerados apostando por la idea de vidas muy longevas y saludables, pero poco preocupados por los detalles de esas vidas y de las sociedades en las que se vivirán. ¿Gastar una gran cantidad de dinero en la extensión de la vida es un uso deseable y necesario de nuestros recursos? Cuando uno observa el mundo y sus múltiples amenazas y necesidades variadas, ¿la extensión de la vida resolverá acaso alguna de ellas?
Uno podría responder a todos estos probables problemas diciendo, como lo hacen algunos, que podemos cruzar ese puente cuando lleguemos a él, tal como lo hicieron las generaciones anteriores frente al rápido cambio económico y científico. Esa respuesta esquiva el problema. El distinguido economista Kenneth Boulding ha sido uno de los pocos que han analizado detenidamente los posibles resultados, aportando posibilidades plausibles extrapoladas de lo que razonablemente podemos proyectar (Boulding, 1965, 2003). Boulding hace uso de la idea de una «estructura de roles específica para la edad» en la sociedad y en nuestras vidas, afirmando que deberíamos «al menos comenzar a apreciar los enormes beneficios que la institución del envejecimiento ha traído a la humanidad».
Contacto: jrcastro@ull.edu.es
REFERENCIAS

 – Callahan D. and Gaylin W. How Long a Life Is Enough Life? Hastings Center Report 47 (4): 16-18 (2017).
– Ekerdt DJ, Koss CS, Li A, Münch A, Lessenich S, Fung HH. Is longevity a value for older adults? J Aging Stud. 43: 46-52 (2017).
– Boulding K. The Menace of Methuselah: Possible Consequences of Increased Life Expectancy (1965), versión revisada publicada en Population and Development Review 29 (3): 493-503 (2003).

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