El pasado 1 y 2 de marzo, la Fundación Ramón Areces, la Academia de Psicología de España y la Fundación General CSIC han organizado el simposio internacional “Longevidad y comportamiento: ¿Es el comportamiento un factor interviniente en la longevidad?”, que tuvo lugar en el auditorio de la Fundación Ramón Areces.
La coordinación científica ha recaído en Rocío Fernández-Ballesteros, profesora emérita de la Universidad Autónoma de Madrid. «La esperanza de vida al nacer en países de nuestro entorno se incrementa en, aproximadamente, dos meses por año y no existen indicios de que ello vaya a disminuir; es más, cada vez encontramos más personas centenarias», explica. «Lo más importante es que cada vez más personas llegan a edades avanzadas de la vida con buena salud y activos. Según los bio-demógrafos, mientras solo un 25% de las diferencias en longevidad son debidas a la genética, un 75% depende de variables ‘ambientales’. Cada individuo es un agente activo de su propio envejecimiento», añade.
Entre los destacados ponentes internacionales que han intervenido en este simposio cabe mencionar a Rikke Lund, del Departamento de Salud Pública y Centro de Envejecimiento Saludable de Dinamarca, cuya intervención ha tratado de romper con alguno de los estereotipos: «En los últimos 40 años, las relaciones sociales se han vinculado con la longevidad. Ahora hay evidencia sólida de que las relaciones sociales adversas aumentan la mortalidad. La mayoría se ha centrado en los aspectos estructurales de las relaciones sociales y en las cualidades más positivas de ellos, dejando a un lado los aspectos negativos. Investigaciones recientes han sugerido que los aspectos negativos de las relaciones sociales, como los conflictos y las preocupaciones se asocian también con un aumento de la mortalidad. Algunos estudios incluso sugieren que esos efectos negativos anulan los efectos positivos de las relaciones sociales de apoyo», ha concluido Lund.
Otra de las ponentes internacionales que intervino en el encuentro, Margaret L. Kern, de la Universidad de Melbourne (Australia), ha hablado de cómo los factores de la personalidad están relacionados con la longevidad. «Las características individuales que nos hacen únicos determinan muchos aspectos de nuestra vida como el éxito en el trabajo, la salud mental y física así como también la longevidad. Pero la personalidad no proporciona un billete con premio hacia una vida saludable ni tampoco condena a otros al fracaso. Si analizamos correctamente todos estos aspectos, podremos obtener información clave para ayudar a que todas las personas tengan más pistas para prosperar en la vida», ha concluido.
Por último, Linda S. Gottfredson, de la Universidad de Delaware (Estados Unidos), ha destacado la evidencia de que ahora vivimos mucho más tiempo y en condiciones más saludables que hace un siglo. «La mala noticia es que las tasas de enfermedad, lesiones y muerte aún difieren según el nivel socioeconómico de la población. Perversamente, los esfuerzos de los Gobiernos por igualar el acceso material a la atención sanitaria parecen ensanchar estas brechas en la salud. Fracasan porque ignoran el acceso cognitivo de los pacientes a la atención». También ha puesto el foco en otra polémica cuestión: «Hoy en día, el autocuidado es más importante que la atención médica, pero las altas tasas de incumplimiento de los cuidados preventivos y curativos por parte del paciente a menudo anulan su valor».
Entre otras cuestiones destacadas también hay que hacer referencia a la ponencia sobre la longevidad extrema de la Catedrática de la UNED, Rosa Gómez-Redondo. «El número de centenarios experimenta un crecimiento exponencial y esto representa un conjunto de logros largamente perseguidos por la humanidad, pero que podrían ser fuente de importantes desafíos en el futuro, si a esa plasticidad demográfica no se corresponde una plasticidad social paralela», ha afirmado. «Si nos referimos a la longevidad extrema y a través del análisis de trayectorias vitales singulares, seleccionadas en las investigaciones por su extraordinaria supervivencia, conocidos como superlongevos, parecen desprenderse algunos rasgos distintivos en su comportamiento. Estos ancianos presentan un significado subjetivo de la vida que ha sido perseguido con tesón y tenacidad a lo largo del ciclo vital; es observable en su identidad construida a través de la narración de algunas de sus historias de vida», ha asegurado. Según la profesora Rosa Gómez, la esperanza de vida al alcanzar la vejez sigue siendo heterogénea, según el nivel socio-económico al que se pertenece. Así, en las personas mayores la longevidad es desigual dependiendo del nivel de estudios alcanzado aún en la actualidad, ofreciendo un gradiente según se tengan estudios universitarios, secundarios, primarios o ningún tipo de estudio.
Otro de los aspectos tratados en el encuentro ha sido, la adherencia o cumplimiento de los tratamientos de los médicos, el catedrático emérito de Geriatría de la Universidad Complutense, José Manuel Ribera Casado, ha comentado que, «en contra de lo que se cree», los datos disponibles actualmente indican que a mayor edad hay mejor cumplimiento de esos tratamientos. En la población general, se estima que uno de cada dos pacientes no sigue los consejos de los médicos en cuanto a tratamientos basados en fármacos, si bien varían mucho de unas a otras enfermedades. «Estas cifras son superiores en los tratamientos relacionados con los estilos de vida como la dieta, la actividad física o los hábitos tóxicos», ha añadido este experto.
Otro aspecto interesante mencionado en el encuentro, ha sido el tratado por la psicóloga y Catedrática de la Universidad Complutense, María Ángeles Quiroga, sobre las mejoras intelectuales que ha traído la mayor esperanza de vida actual, quien ha asegurado que el rendimiento intelectual global ha mejorado desde comienzos del siglo XX. «En promedio, se ha observado un incremento de tres puntos más de cociente intelectual (medida de la Capacidad Mental General) por década. Estos datos se han replicado en numerosos países tanto desarrollados como en vías de desarrollo», ha explicado. Además, prosigue, en términos de evolución, el siglo XX ha supuesto un hito en el dominio del entorno ecológico y social, lo que lleva a que la competición intra-especie pueda haber sido el motor principal de la evolución a largo plazo de las capacidades.
Por su parte, la socióloga de la Universidad Autónoma de Madrid, Lourdes Pérez Ortiz, ha aludido a un estudio llevado a cabo en 80 países en el que se mostró que los estereotipos hacia estas personas, al igual que hacia otros grupos, no siempre son completamente negativos. Y es que, según ha explicado, existen prejuicios positivos, por ejemplo, los que atribuyen a las personas mayores una elevada serenidad, sabiduría, ternura o calidez. «Aunque la prevalencia de esta visión estereotipada varía por países, en la mayoría de ellos los entrevistados reflejan una imagen de los mayores como bastante cálidos, pero también como bastante competentes, en contra de lo que sería previsible», ha afirmado.
PROGRAMA SIMPOSIO Comportamiento y Longevidad FRA (570 descargas)
Fuente: Fundación Ramón Areces